Número 50
Bariloche Solidario – Comisión Cascos Blancos
Compromiso, asistencia y cooperación
Revista N&T conversó con el Embajador Gabriel Fuks, Presidente de Cascos Blancos desde hace ocho años. Esta institución funciona bajo la órbita de la ONU y desde 1994 viene ofreciendo su colaboración ante escenarios de desastres, tanto a nivel local como internacional. En exclusivo, Gabriel Fuks rememora los inicios de la comisión y comparte su gran experiencia.
Cascos Blancos es una organización cuyo objetivo principal es brindar asistencia humanitaria frente a situaciones de desastres de todo tipo, desde catástrofes “naturales”, como inundaciones y terremotos, hasta crisis económico-sociales y conflictos bélicos. Esta organización fue oficializada en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1994, y cuatro años después, en la Organización de los Estados Americanos (OEA). Depende del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la República Argentina y trabaja en permanente vínculo con la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA). “Cascos Blancos es un organismo del Estado argentino, pero surgió como un proyecto internacional. Fue desarrollado y presentado en el seno de las Naciones Unidas, y tiene sucesivas resoluciones de esta institución avalando su accionar. La comisión tiene un rol dual: por un lado, opera como subsecretaría del Estado Nacional especializándose en asistir humanitariamente a otros países, pero también es una iniciativa que con origen en Argentina interactúa con muchos organismos del sistema de Naciones Unidas, como la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), OCHA, el Programa Mundial de Alimentos (PMA), y otras tantas entidades”, subraya el embajador.
“Cascos Blancos -agrega- tiene ciertos elementos distintivos. El momento en el que la comisión surge, el debate humanitario estaba planteado. Era la época en que la globalización decía que las situaciones se iban a resolver porque el mercado se encargaría de mejorar el mundo. Eran tiempos de grandes crisis humanitarias, como las acontecidas en Ruanda y Kosovo, y el mercado no las solucionó. Por el contrario, esos conflictos se profundizaron, y principalmente en aquellas regiones marginadas. Las zonas más pobres son las más vulnerables frente a las emergencias, inclusive respecto de los desastres llamados naturales. En efecto, cuando una catástrofe golpea a los países menos desarrollados, desbasta su economía, su infraestructura. Frente a esta situación apareció un debate muy fuerte, en el que se empezaron a cuestionar por qué ocurrían estas emergencias y por qué aquellos desastres que antes pensábamos como obra de la Madre Naturaleza cada vez van mostrando una mayor implicancia del Hombre. Como consecuencia, surgió la necesidad de que las sociedades estuvieran preparadas para enfrentar estas adversidades. Cascos Blancos es hija de esta idea”.
En la década del ’90 surgieron varios organismos en el seno de las Naciones Unidas que comenzaron a intervenir en las crisis más directamente, y ese fue el caso de Cascos Blancos, a lo que se sumó la profundización del accionar de muchas ONG’s, como Médicos Sin Frontera. “En ese marco -señala Gabriel Fuks- Argentina comienza a replantearse el tema de la asistencia humanitaria, que hasta ese momento funcionaba con lineamientos extremadamente verticalistas. Esa perspectiva de que sólo países centrales podían asistir a otros está entroncada con la noción de ‘Intervención Humanitaria’, por la cual un estado poderoso decide intervenir en otro porque considera que sus condiciones no le permitirían resolver por sus propios medios una emergencia o cuestión. Esta doctrina fue ampliamente desarrollada por George Bush, por ejemplo. Nosotros, por el contrario, creemos que nuestros países están en condiciones de prestar asistencia entre sí, que no solamente ese tipo de cooperación vertical es la que vale. Entonces, nos preguntamos si era posible que un país del Sur pudiera empezar a prestar estos servicios de ayuda. Esto tuvo lugar durante la presidencia de Carlos Saúl Menem, época en la que Argentina tenía un total alineamiento con los países del Primer Mundo y la propuesta fue vista con simpatía. Y así fue: pudimos rebatir esa idea paternalista respecto de la asistencia entre países, en la que sólo grandes potencias auxiliaban a los pequeños”. En ese contexto, el hecho de que Argentina también colaborara en estas tareas sociales implicaba una ambición realmente innovadora, y se emparentaba con una visión de cooperación un tanto más horizontal.
Para llevar a la práctica esas actividades Cascos Blancos se planteó trabajar con voluntarios, los cuales son organizados por el Estado y trasladados a los escenarios correspondientes: “Actuamos cuando hay una decisión política de nuestro Gobierno, o cuando somos convocados por la ONU y ofrecemos asistencia frente a situaciones complejas de las más variadas, como terremotos, inundaciones, crisis socio-económicas o políticas, o incluso en migraciones por guerras -como hemos estado hace un tiempo en la frontera de Libia y Túnez, junto con el alto comisionado de Naciones Unidas para los refugiados, por ejemplo. También trabajamos en el interior de Argentina cuando otras entidades del Gobierno Nacional nos convocan. Además, trabajamos en conjunto con el Ministerio del Interior y el Ministerio de Desarrollo Social”.
Además de haberse acentuado las tendencias horizontales, ¿qué otros cambios se produjeron respecto del tipo de cooperación ofrecida?
-Hoy se están dando mayores procesos de integración regional, por oposición a lo que sucedía antes, cuando las cuestiones de frontera eran un tema conflictivo. En la actualidad contamos con una base de datos de más de dos mil personas y cada vez hay más jóvenes que se acercan interesados en participar. Cascos Blancos también es una herramienta diplomática del Estado argentino. Estamos instalando en América Latina y el Caribe la necesidad de ir unificando cada vez más nuestros estándares sobre el tema de la asistencia humanitaria. Entre esos temas está el análisis de lo que pasa con nuestras aduanas, nuestras fronteras y demás. Estamos trabajando mucho diplomáticamente en la Organización de los Estados Americanos (OEA), en Naciones Unidas, en el Mercosur, etcétera, para lograr estándares en común. A nivel del Mercosur estamos capacitando equipos comunes, y estamos desarrollando tareas junto con las defensas civiles y la sociedad civil, lo que es muy importante. Hace veinte años aproximadamente, por oposición, en nuestros países de América del Sur y América Central, los organismos que se encargaban de la gestión del riesgo estaban muy militarizados y ante esa circunstancia las comunidades eran simples espectadoras. Esto ha cambiado, la participación civil hoy es mucho más activa.
¿Cuáles son los servicios humanitarios que ustedes proponen específicamente?
-Brindamos ayuda de todo tipo, contamos con personal capacitado, cuya mayoría son voluntarios y están en condiciones de atender campamentos de refugiados, diagramar campos de evacuados -de hecho, ahora tenemos una arquitecta en Haití que está colaborando con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en cómo diseñar aquellas ciudades en las que se instalarán estos centros.
También tenemos equipos que están capacitados para rescatar personas en medio de emergencias, como derrumbes de estructuras colapsadas, por ejemplo. Cuando ocurrió el terremoto en Haití nuestras guardias estuvieron durante veinte días atendiendo a la población civil. Otro ámbito en el que prestamos cooperación es el relacionado con la administración y logística, de modo de poder organizar las donaciones que recibe una comunidad cuando ocurre una catástrofe, y muchos otros.
En estos ocho años de presidencia, ¿cuáles fueron las situaciones más importantes en las que recuerda haber participado?
-La situación más compleja que le tocó vivir a Haití fue el terremoto, pero no fue la única en la que hemos estado. Además, a fines de noviembre pasado regresó un equipo nuestro que viajó a El Salvador por una depresión tropical muy grande que provocó inundaciones importantes. También estuvimos en Estados Unidos cuando sucedió el huracán Katrina, en 2005 en Nueva Orleans. Ofrecimos ayuda en los bombardeos a Palestina, en inundaciones en Bolivia a causa del fenómeno del Niño, donde trabajamos varias veces. Y, entre muchas otras situaciones, además hemos prestado cooperación para los damnificados por el último terremoto de Japón. En estos años debemos de haber hecho más de ochenta misiones.
¿Cómo va a ser la agenda para el 2012 y en qué proyectos ya se en-cuentran trabajando?
-En este momento continuamos con nuestra participación en Haití, con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), cooperando en el armado de la futura urbanización que va a reemplazar, esperemos, a los precarios campamentos de evacuados que ya están ahí. Además, estamos trabajando con la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios con el objetivo de generar entrenamientos en Búsqueda y Rescate en toda América Latina. Y además en este 2012 tenemos la intención de profundizar el trabajo interno en la Argentina, capacitando a las defensas civiles provinciales y proponiendo tareas en conjunto con el Ministerio del Interior, el Consejo Federal de Emergencias, y muchos otros. Tenemos muchos planes.
Cascos Blancos es sinónimo de ayuda social, colaboración desinteresada y trabajo en equipo. Es un compromiso voluntario con el otro. En una institución que nos honra como país… pero, sobre todo, como humanos.
Nota Editorial: Habitualmente esta sección está destinada a organizaciones de nuestra ciudad. Esta vez, debido a la importancia y valor nacional e internacional de la organización Cascos Blancos, hicimos una excepción.