Número 37
La Biblioteca de Asurbanipal
Por Pablo D’Amato
anukalmacendelibros@gmail.com
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El libro que nos compete en esta ocasión lleva por título un juego de palabras sugestivo que ya desde la tapa nos invita imaginar un porvenir de cuestiones encantadoras e instructivas.
“El breve lapso entre el huevo y la gallina”, escrito por Mariano Sigman (físico, periodista neurocientífico), acompañado por los adorables dibujos de Andres Sehinkman, prologado por el conocido matemático divulgador científico y periodista deportivo Adrián Paenza y editado por ediciones Le Monde diplomatique, es una de esas joyitas que muy de vez en cuando dan por aparecer y que, tenerla entre las manos lista para la deglución nos llena de una sana y creciente impaciencia.
Instructivo, curioso, entretenido, divertido, filosófico, ilustrativo son adjetivos que justamente se ha ganado este compendio de historias y reflexiones sobre la ciencia, que tiene el sabor de los cuentos compartidos alrededor del fogón entre vasos de ginebra (o “la bebida de tener ideas” como supe que le llamaban al mencionado elixir algunos investigadores argentinos que sazonaban con la misma sus tertulias de debate creativo).
Los artículos de “El breve lapso entre el huevo y la gallina” son más bien breves favoreciendo con ello el foco y el interés del lector, están narrados con pluma agra-ciada y alegórica que nos invita a disfrutar del estilo tanto como del contenido.
El libro está dividido en seis temas fundamentales. A saber: 1 Vida, evolución y muerte; 2. Ciencia cotidiana; 3. Costumbres animales; 4. Allá a lo lejos; 5. Historias y reflexiones; 6. El futuro de la mente.
Mas allá de eso, decir de qué trata el libro resulta un poco difícil. El libro trata sobre conocer. Sobre el placer de conocer, de hacerse preguntas, de imaginar hipótesis, aunque muchas veces no lleguemos a ninguna conclusión reveladora, con esto no quiero decir que no haya en el libro datos de los llamados objetivos, que de hecho abundan y resultan un exquisito condimento, sino que el espíritu mismo del libro es el de aquellos que reunidos con sus camaradas, dan a hacerse preguntas sobre el mundo, plantearse problemas, y compartir su experiencia imaginando distintas soluciones.
El mismo Sigman aclara en su introducción “Espero… en el mejor de los casos les quedará un mar de dudas y algunas preguntas, el placer por la crítica y la sensación de que la pesquisa tiene que ser necesariamente provocativa”.
Podría hacer algunas referencias a los distintos capítulos como aquel que refiere al canto de las ballenas, o a los saberes de gourmet, las medidas de las emociones, elefantes, astronautas, y un desfile de personajes, científicos y escritores para intentar tentarlos a que lean el libro que en definitiva es mi misión auto impuesta, pero en este caso considero de lo mas atinado, aún ante la posibilidad de ser acusado de vago o cosas peores, de transcribir algunas partes de los pequeños artículos para que sean testigos directos, y por una vez, no fiarse únicamente de las palabras adulatorias salidas de mi propio gusto.
Con ustedes, Vino el niño coco.
“Si los amantes del vino y del amor van al infierno, vacío debe estar el paraíso.” La cita de Omar Khayyam puede encontrarse en distintas botellas y suele ser referencia obligada cuando se habla de la grandeza del vino. Khayyam además de escribirle a la bebida, se dedicó a redactar las primeras páginas de su libro Álgebra. La historia conjunta del vino y la matemática se trasladó a Francia para romper el mito de la pureza racial de las uvas y construir una genealogía de famosas uvas utilizadas para hacer vino blanco y champán. Así, se encontró que dieciséis uvas que crecen desde hace tiempo en el noreste de Francia incluyendo la celebre Chardonnay, son la progenie de dos uvas: Opinot y Gouais blanc. La primera es una aristócrata de la familia de las vitis viniferae (uvas vinícolas) y la segunda una paria abandonada por berreta, burlada hasta en el nombre (el adjetivo gou se refiere a una burla).” El capítulo se extiende por dos páginas y sigue explicando con una mezcla de pasión, ciencia y humor, los pasos investigativos que se dieron para hacer un seguimiento de la genealogía del vino…
Echemos un vistazo otro artículo llamado, El origen.
“En 1859, Charles Darwin publica su célebre libro ‘El origen de las especies’ que establecería el paradigma de la biología moderna. En la primera página del libro, al hacer una reseña histórica de su vida y obra, Darwin escribe su frase más ignorada, “Este trabajo que ahora publico, es necesariamente imperfecto”. Sucede que la evolución es tan simple, elegante y a veces exitosa, que suele olvidarse que aún no ha resuelto su desafío más ambicioso: entender cuál es el origen de las especies o, por qué no, cuál es el origen de la vida. Si bien se conoce mucho de la historia de las especies y los museos de historia natural adornan sus salas con huesos y árboles genealógicos, nadie entiende del todo bien que separa dos puntos del árbol, una especie de otra. Nadie puede, en fin, replicar la historia de la vida. Tampoco, pese a lo alentador de los experimentos del bioquímico ruso Alexander Ivanovich Oparin, en los que generaba aminoácidos a partir de sus constituyentes simulando una atmósfera temprana, se puede generar vida en el laboratorio. Vale la pena desmenuzar muchas de las ideas que se reúnen en la idea de Darwin…”
Espero con esto haberlos convencido.
Una última recomendación de este humilde librero: Júntense a leer este libro, léanlo en voz alta, participen en estas anécdotas, discútanlas, ríanse, peléense y honren en ello la vieja costumbre humana hoy tan en desuso de reunirse alrededor de una luminosa fuente de calor, muñidos de bebidas espirituosas y compartir los sueños y el conocimiento para pasar el rato y de paso, crear sueños y conocimientos un poquito más intensos.