Los océanos brindan sustento económico a más de 3000 millones de personas, generan gran parte del aire que respiramos y absorben gases de efecto invernadero. Además, son fundamentales para los sistemas meteorológicos y climáticos del planeta y para el ciclo del carbono.
Lamentablemente, las actividades humanas han alterado profundamente la composición química de sus aguas. Desde finales de la década de 1980, el 95 % de las aguas superficiales a mar abierto se han vuelto más ácidas, tras absorber una cantidad considerable de dióxido de carbono (CO2). Este fenómeno se ha intensificado debido a que la cantidad de CO2 en la atmósfera ha alcanzado un volumen un 50 % superior al que existía antes de la revolución industrial.