Ambiente

¿Estaremos a tiempo? Un llamado a nuestra responsabilidad

Publicada: 

Interesantísima columna de los expertos Armando P. Broggi y Roberto O. Cirimello.

 

Armando P. Broggi

Ingeniero Químico, FIQ – UNL – Argentina 1963 – Investigador Senior del Centro Común de Investigación – Euratom – UE, de Ispra, Italia. Fue responsable del programa CHRIS (Chemical Hydrogen Research Improved Systems), inherente a la producción de hidrógeno por vía termoquímica, mediante el empleo de la energía nuclear. A su retiro se dedica a la investigación sobre el origen de la vida y las antiguas civilizaciones, publicando numerosos libros sobre dichos temas y sus viajes, proponiendo diversas teorías concernientes la arqueología y la antropología. Vive en varese, Italia.

 

Roberto O. Cirimello

Ingeniero Químico – FIQ – UNL– Argentina 1966 – Investigador Emérito – Comisión Nacional de Energía Atómica – Argentina– Especialista en Ciclo de Combustible Nuclear – Ex Gerente General y Miembro del Directorio de la CNEA. Experto del OIEA en varios países en Tecnología de Combustibles Nucleares. Miembro y Chairman del Grupo Asesor Permanente del Director del OIEA (SAGNE) 2004-2010. Miembro y Chairman del INPRO (International Project on Innovative Technologies) OIEA 2000 – 2007 – Desde 2020 se dedicó a la literatura y ha publicado ya cinco libros. Vive en Bariloche, Argentina.

 

¿Estaremos a tiempo? Un llamado a nuestra responsabilidad

 

La historia, disciplina abordada por estudiosos no siempre libres ni independientes, consiste en el transferir a las generaciones futuras el registro de hechos sucedidos en el presente, cuidando de hacerlo una vez que la mayor parte de los protagonistas interesados haya desaparecido. Resulta natural que aparezcan distintas versiones que narren los mismos eventos y toca al lector, también más o menos informado, elegir la que le resulte más coincidente con su opinión. No son muy numerosos los hechos no opinables. En el paroxismo de nuestra presunción llegamos a pedir que ella sea maestra, pretendiendo de ese modo no incurrir en errores ya cometidos, si olvidamos nuestra fragilidad en el campo decisional. (Libre albedrio). Cabe recordar que la historia no puede ser asimilada en partes. Ella es un conjunto de hechos íntimamente relacionados desde sus orígenes y se debe ver como un conjunto de algo más profundo como la búsqueda de la verdad.

En esta circunstancia nos interesa considerar a la humanidad actual como la última llamada a pisar el suelo de este planeta. Ella no conoce su origen ni el objeto de su existencia. Se encuentra obligada a crear referencias que la anclen a la realidad ? concepto también relativo? sin otras bases que no sean absolutamente especulativas. Nuestro cometido final consiste en ampliar el campo de nuestra ignorancia personal y social, el cual crece con nuestro saber.

En este ensayo hemos tratado de basarnos en hechos confirmados por hallazgos arqueológicos y en tesis aceptadas por la ciencia. Muchas escuelas antropológicas basadas sobre antiguas escrituras, aún de raíz religiosas, nos han servido también de referencia.

Hace aproximadamente setenta millones de años desapareció, según la hipótesis más aceptada, por un accidente cósmico, una especie de seres muy desarrollados. Los saurios. Se postula que un enorme meteorito chocó contra la superficie de nuestro planeta, desarrollando una inmensa cantidad de energía capaz de liberar inmensas masas de polvo y detritos, las cuales habrían impedido que la radiación solar calentara nuestro suelo. Desaparecieron los vegetales y consecuentemente la vida terrestre y aérea. Entre los seres vivientes, dicha especie se compara con nuestros actuales mamíferos. Ellos eran ovíparos y entre sus subclases las había terrestres, acuáticas y aéreas. No sabemos si alguno de ellos haya poseído inteligencia como la entendemos nosotros, dado que no existen hallazgos que lo justifiquen, si bien se desarrollaron durante más de doscientos millones de años. Al igual que nosotros, ellos poblaron enteramente el planeta y desaparecieron penosamente. La catástrofe que los exterminó tuvo que ver con la atmósfera, y la temperatura llevó al planeta hacia la glaciación, no porque lo hubiesen promovido o a causa de alguna actividad propia. Debido a ese cambio climático, sobrevivieron algunas subclases tales como insectos, peces, ranas, cocodrilos, tortugas y aves.

A lo largo de los millones de años que siguieron, puede que hayan aparecido y desaparecido otras civilizaciones de humanos ? o presumiblemente tales ? debido a cataclismos geológicos o cósmicos. No hay evidencia científica de ello. Solo los hallazgos encontrados, como los monumentos megalíticos cuya construcción desafía la misma física, involucrando el movimiento y el posicionamiento milimétrico de cuerpos de más de mil toneladas de peso; de difícil realización aún en nuestros tiempos, o por las citas grabadas en múltiples sitios arqueológicos y por las “escrituras” en poder a las viejas civilizaciones como los Mayas y los Aztecas en América y los chinos y laosianos en Asia, conjuntamente a las innumerables tablas asirias, sin hablar de los textos de la India, como el sanscrito Sutradara cuando describe los vimanas. De haber existido estas civilizaciones se mantuvieron por miles de años antes de sucumbir y no existen evidencias de que haya habido transferencia de conocimientos o herencia entre ellas. En otras palabras, su historia no es nuestra prehistoria. Por lo tanto, después de cada desaparición, si es que ocurrieron, el hombre tuvo que volver a reaparecer ex novo (de nuevo). Recordamos que el Sapiens tiene una antigüedad de veinte mil años y que los saurios desaparecieron hace más de doscientos millones de años. Lo que pueda haber sucedido en el lapso entre ambas existencias es objeto de nuestros desvelos, dado que su entidad entra por derecho en la dimensión cósmica.

Se hubiera podido esperar una cantidad más elevada de rastros del pasado en proximidad de los citados monumentos. Su ausencia indica la naturaleza catastrófica de su desaparición o bien de su no existencia. La segunda propuesta abre un interrogante aún más importante: ¿Cómo fueron construidos dichos monumentos, por cuáles medios? En cualquier caso, esa gente no poseía nuestro desarrollo tecnológico, sino simplemente los conocimientos empíricos que les permitieron interactuar con la materia, logrando dominarla para hacerla maleable y así manejable. Véanse los colosales monumentos megalíticos y los desplazamientos de bloques cuyo peso supera ampliamente las mil toneladas. Conocimientos empíricos y no científicos, dado que no quedanrastros de otras aplicaciones de ese saber.

Después llegamos nosotros y aquí estamos.

Hoy en día hemos superado la era postnuclear y hemos entrado en aquella de la Inteligencia Artificial, plena a su vez de incógnitas y promesas. Desarrollo inaudito y nunca bien aclarado ni científicamente explicado, considerando lo breve del tiempo transcurrido desde nuestra aparición sobre el planeta. Aquí se habla de miles de años y no de decenas de millones como en los tiempos de los saurios. Cuanto dicho nos lleva a preguntarnos una vez más sobre quiénes somos, de donde provenimos y cuáles el objeto de nuestra existencia. Con este propósito, hemos indagado sobre una tribu de indios del Amazonas, prácticamente aislada. Su estado de equilibrio era tal que, si no hubiesen, ¿providencialmente?, llegado los europeos, ellos hubieran podido continuar su existencia impertérritos por tiempos indefinidos y tal vez por algunas decenas de millares de años. Esta población entraría sin dudas en la prehistoria del Sapiens, al menos de modo indirecto, proviniendo de algún antepasado común.

A diferencia de aquellas civilizaciones que podrían habernos precedido, y que desaparecieron por razones ajenas a su voluntad ? masivas erupciones de lava magmática, terremotos, cataclismos cósmicos, diluvios, etc. ? nuestro nivel tecnológico nos ha permitido alterar, en sentido negativo, el clima del planeta.

Dicha alteración podría provocar cambios imprevistos. Entre otros la variación de la posición del eje terrestre y una modificación de nuestra órbita alrededor del Sol. Creando de este modo inicialmente, pero ineludiblemente, las condiciones necesarias para nuestra posible autodestrucción. En contraposición a los negacionistas que tratan de atribuir esta situación a algo atávico inherente al comportamiento cíclico del planeta. Ellos se refieren a pasajes de nuestra historia conocida sobre el recalentamiento del planeta, pero olvidan de citar que en ningún caso tales fenómenos se hayan verificado en correspondencia con el mayor pico del tenor de CO2 en la atmósfera jamás registrado y con una población de más de ocho mil millones de individuos. Podría tratarse de una coincidencia, pero la matemática nos enseña que las probabilidades compuestas son prácticamente nulas. De ahí que la tesis negacionista resulte acientífica.

¿Existe alguna razón o privilegio, debido a nuestra proverbial inteligencia, que nos permita pensar que podemos superar esta catástrofe? A la luz de la situación actual diríamos con razonable certeza que no. Todos los esfuerzos y propuestas de los foros internacionales han sido desatendidos. Con el resultado de haber deteriorado nuestro hábitat hasta el punto de no regreso y, en un futuro próximo, el fin de las fuentes primarias del planeta: el agua potable en primer lugar y de otros recursos naturales estratégicos después.

Una idea de la gravedad de la situación nos la da el Parlamento Europeo y su propuesta sobre el clima elevada a la CE. Esta entidad ha elaborado el Green Deal para el territorio de la UE, según el cual las emisiones de CO2 se tendrán que reducir del 50% para el año 2030 y desaparecer completamente para el año 2035. Principalmente están involucradas las industrias y las centrales eléctricas, pero les sigue el transporte, sea terrestre, aéreo y naval. Indirectamente se trata de un estímulo hacia el empleo de los medios de transporte eléctricos o que empleen hidrógeno como combustible, por ejemplo, en celdas combustibles. Claramente, se abre la discusión sobre las futuras centrales eléctricas que tendrán que asumir la responsabilidad de producir la ingente cantidad de electricidad solicitada por el futuro sistema energético. Ellas tendrán que ser hidroeléctricas o nucleares como opción de energías limpias. Por ello se imponen importantes y urgentes decisiones políticas.  

Tendríamos que actuar como titanes, en lugar de la inquietante pereza que se está exhibiendo, bloqueando aquellas actividades que son el origen de esta posible catástrofe. Recalentamiento del planeta debido al efecto sierra provocado por la colosal producción de CO2, proveniente de la combustión de los combustibles fósiles, presente en todas nuestras actividades productivas y sociales. Esta caparazón químico-física aísla la atmosfera, impidiendo el natural enfriamiento del suelo del planeta. Situación opuesta a la que provocó la desaparición de los saurios, pero no por ello menos grave.

Esta alteración del equilibrio natural se manifiesta en modo diferente en los distintos continentes y áreas de la Tierra, en función de su ubicación geográfica y de la relativa con los océanos. Una primera consecuencia se manifiesta sobre la temperatura superficial de los mares. Su aumento implica, en primer lugar, una alteración de su fauna y de su flora, una elevación del nivel de las aguas sobre las costas y, paralelamente, un aumento de la evaporación de agua hacia la atmósfera. Y bien, dado que globalmente la cantidad de agua que ella está en grado de soportar permanece prácticamente constante, todo se traduce en un aumento de las lluvias. A su vez, éstas precipitan en zonas que obedecen a otros equilibrios y todo termina por comprometer las previsiones de los modelos meteorológicos. Las organizaciones responsables del estudio de tales cambios se encuentran en grave dificultad y están obligados a emitir sus resultados y previsiones para periodos cada vez más breves y con valores menos precisos. El movimiento anormal de las nubes a gran altura provoca a su vez sobrecalentamientos locales de las masas de aire que se traducen en torrenciales aguaceros, huracanes, etc. Todo lo dicho se transfiere al suelo, provocando colosales incendios de bosques y similares desastres de tipo aluvional en los sitios poblados.

Otra manifestación del desarreglo climático consiste en la desaparición de numerosas especies animales y vegetales. De ello se ocupan y preocupan los especialistas. Nosotros no estamos particularmente preocupados por ello, porque sabemos que en su lugar aparecerán nuevas especies que ocuparán el lugar que dejan libre aquellas que habrán desaparecido. Tendremos que adaptarnos, eso sí, a nuevas convivencias sabiendo que aparece una nueva advertencia a la supervivencia que tendrá que tomarse en cuenta para preservar la cadena alimentaria.

Todo esto derivado de la masiva combustión de productos fósiles como petróleo y carbón, y de cualquier otra substancia que contenga carbono en su composición, destinados a la producción de energía. Sin contar los dañinos óxidos de nitrógeno ? cuando se emplea el oxígeno del aire como comburente ? también ellos producidos del mismo modo, y de las micropartículas emitidas que terminan por agredir nuestro organismo. En una palabra, lo que se llama polución.

No hay más tiempo para una tímida transición ecológica, basada sobre la comprensión, asimilación y aceptación de las masas. Serán necesarias medidas drásticas e imperativas, hasta impopulares llegado el caso.

En realidad, son numerosas las personas que dan crédito a los futuros sistemas energéticos limpios. Lo último que se pierde es la esperanza. Como participantes activos en el campo de la investigación sobre la producción de hidrógeno mediante el empleo del calor nuclear en procesos termoquímicos o de los nuevos conceptos de generación nuclear de fisión, no seremos ciertamente nosotros los que los contradigan. Nuestro temor consiste en el factor tiempo disponible. ¿Llegarán dichos sistemas alternativos a tiempo para evitar la catástrofe? No estamos verdaderamente seguros. La fase de implementación de tales sistemas es algo muy complejo y de aplicación no inmediata ni indiscutiblemente cierta. Aun así, siempre permanece válida, entre otras, la opción de la energía nuclear.

A fuer de ser vituperados por nuestros colegas del sector nuclear debemos reconocer que los costos de generación por esta vía son significativamente altos sobre todo si se incluye los que se deben agregar por el desmantelamiento de las Centrales Nucleares y el almacenamiento de los residuos radiactivos de media y alta actividad. Los intentos de mejorar la seguridad con sistemas pasivos de refrigeración de emergencia y acortar los tiempos de construcción no han logrado, a pesar de los tres episodios de revival de esta fuente de energía en las últimas dos décadas, seducir a los planificadores energéticos de los países. Solo queda comprobar la viabilidad económica de los reactores de pequeña y mediana potencia (SMPR), la concreción de alguno de los conceptos de Generación IV y, por supuesto, la demostración a gran escala, aún lejana, de la fusión nuclear.

En este escenario aparecen las fuentes energéticas alternativas ya operativas, como la solar, la eólica y la geotérmica. Lamentablemente no suficientes para reemplazar, en su totalidad, nuestra necesidad energética actual. También es de destacar el uso intensivo de la generación hidroeléctrica en áreas continentales donde este recurso es abundante. Sin abundar en detalles debe considerarse que, también ella,está sujeta a los peligros hidrogeológicos y los cambios locales de las condiciones ambientales que produce.

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El consumo creciente de energía primaria promovió la necesidad de ampliar el menú de las fuentes disponibles desde el final del siglo XIX. La madera primero, y el carbón y el petróleo después, han satisfecho desde hace muchas décadas, casi en soledad, ese consumo. La fuerza impulsora del crecimiento del consumo de energía se tradujo por una mejoría de la calidad de vida del ser humano y por el aumento progresivo de su longevidad como resultado de un mejor confort. Esto basado en la alimentación, los métodos avanzados de diagnóstico y tratamiento y a las presiones de la sociedad de consumo. Sin poder ser exhaustivos en este tema solo mencionamos que hay una relación directa entre el consumo de energía per cápita y la longevidad.

Considerando que lejos de disminuir, el crecimiento del consumo de energía seguirá en aumento por el hecho mencionado anteriormente, debemos preguntarnos si existe otro modo de escapar al destino de destrucción del planeta si seguimos en el camino actual: generando más y más CO2 que aumente el efecto invernadero.

En la Asamblea Mundial de la Salud 2023 la OMS advirtió que “las razones más apremiantes para adoptar medidas climáticas urgentes no son las repercusiones en la salud en el futuro, sino ahora mismo”. Un “mayor retraso” en lasmedidas climáticas “aumentará significativamente los riesgos para nuestra salud, socavará décadas de mejoras en la salud mundial y contravendrá nuestros compromisos colectivos de garantizar el derecho humano a la salud para todos”. Enfrentamos tres retos: “abordar las diversas repercusiones sanitarias de la crisis del cambio climático, haciendo hincapié en la necesidad de salvaguardar el bienestar humano”, la construcción de sistemas sanitarios “resilientes” que “puedan navegar eficazmente por las complejidades del siglo XXI, y las “ventajas sanitarias derivadas de la transición hacia una sociedad con bajas emisiones de carbono, ilustrando la interacción crítica entre la sostenibilidad medioambiental y el bienestar humano”.

Más allá de la necesaria toma de conciencia planetaria de los líderes de las naciones que parecen resistir en favor de mezquinos intereses sectoriales (guerras, geopolítica, sistemas monetarios), y de otros muy importantes como el subdesarrollo, la emigración, la pobreza, el hambre, la sed, etc., no nos queda más que apelar a la conciencia individual proyectada a la sociedad que nos hospeda, para generar un ahorro de energía que compense la necesidad de su crecimiento.

No se puede ignorar la acción de ciertos sectores en difundir la toma de conciencia global del impacto de la catástrofe ambiental. El caso de Greta Thunberg que tenía quince años cuando comenzó su protesta solitaria para exigir acciones contra el cambio climático. Hoy con veinte años, la joven sueca es la voz de toda una generación, inspirando un movimiento global de millones de jóvenes en más de 180 países. Este ejemplo debería extenderse y viralizarse entre los adultos y los “decision makers” para lograr medidas efectivas e inmediatas.

El ahorro en los consumos domésticos individuales, tales como la movilidad personal y el despilfarro que comporta el acondicionamiento de la temperatura interna domiciliaria, durante las dos estaciones extremas ? principalmente en las regiones más lejanas al ecuador ? constituye una nueva fuente alternativa de energía. Una vez más, la aplicación de las medidas necesarias para poder gozar de este ahorro significará un cambio profundo delos mercados inmobiliario y del autotransporte, hoy existentes. No se puede tampoco excluir una revisión del concepto actual de propiedad privada e individual. Si los costes de gestión de la salud del clima llegaran a ser prohibitivos, tendrá que ser la sociedad que los afronte so pena de hacer colapsar una proporción importante de sus componentes.

Y qué decir de las masas, inermes y a menudo desentendidas de tal problemática. Estamos convencidos que, si esta idea se instala en el seno de la sociedad, impulsará, con el énfasis necesario, una inmediata y perentoria solución. Esa solución llegará, si llega, cuando cada uno de nosotros entienda que su propia contribución es tan importante hasta llegar a ser determinante. El triunfo depende del ímpetu que proviene de ser consciente de constituir la base de cualquier evolución. Todo proviene de la potencia social del YO y en este caso del NOSOTROS. Es decir, del estado de conciencia que se alcance a nivel individual y su difusión en la sociedad de la que cada uno participa.

Paralelamente a la búsqueda de valiosas soluciones para este problema, una parte de nuestra sociedad se moviliza hacia la creación de plataformas extra planetarias, ya sea en órbita o ubicadas en nuestro satélite natural, adonde alojar alguna muestra de nuestra especie con la intención de evitar su extinción. ¿Quiénes serán los elegidos para habitarlas? ¿Aquellos que luchan por una solución real en el planeta, o ciertos exponentes de esta obcecada inacción, inconscientes de estar transmitiendo a los postreros supervivientes sus propias taras?

De todos modos, si desapareciéramos completamente, después de un tiempo más o menos largola Tierra se lamería sus heridas y una vez restaurado el clima con la ayuda de los vegetales y de ciertas formas de vida animal, que probablemente mutarían sin desaparecer, se retomaría la cadena biológica que terminaría por manifestarse con la llegada de nuevas especies animales y porqué no, una vez más del ser humano.

Es muy probable que, contrariamente a lo que nos sucedió a nosotros, los que lleguen después de nuestra extinción ? una vez alcanzada la edad de la sabiduría ? descubran rastros de nuestro pasado tecnológico. Ello aceleraría su desarrollo llevándolos a evitar los errores en los cuales caímos nosotros o a caer una vez más en los mismos. Triste consuelo para una sociedad que se ufana de vivir la era del conocimiento exhibido con absoluta soberbia.

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