Ambiente
CONICET-COMAHUE – Cuidar y conocer lo propio y lo ajeno
Cómo tratar las invasiones biológicas
Por Marcela Rey – Comunicación CONICET-COMAHUE
La Patagonia Andina es sinónimo de bosques, lagos, montañas, nieve y buena comida tradicional. Ciervo en escabeche, jabalí ahumado, trucha con hongos o dulces de rosa mosqueta o frambuesa son platos típicos de la región. Sin embargo, ninguna de estas especies es autóctona, sino que todas fueron introducidas por el hombre, afectando gravemente la flora y fauna local.
Este problema no es exclusivo de la Patagonia. Sudamérica, uno de los lugares de mayor biodiversidad del planeta, reserva de medicinas, alimentos y biocidas -pesticidas naturales-, se ve amenazada por la introducción de especies foráneas, uno de los mayores riesgos para la diversidad biológica, aunque esto aún no sea una prioridad para los países de la región.
Esta es una de las conclusiones obtenidas en un trabajo publicado en la revista especializada Biological Invasions -bajo el título Tratando con especies no nativas: ¿cuál es la diferencia en Sudamérica?- por un grupo de científicos argentinos y españoles que buscó medir el grado de interés de los países de Sudamérica en el tratamiento de este problema.
A la gravedad de los efectos de las invasiones sobre el medioambiente se suma el desconocimiento de los pobladores acerca de qué especies son nativas del lugar que habitan. “La gente valora y explota económicamente especies introducidas sin saber que en realidad no son autóctonas”, advierte Sergio Lambertucci, investigador del CONICET COMAHUE en el Laboratorio Ecotono del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (INIBIOMA) y uno de los autores de la investigación. “Lo peor es que al no saberlo no podemos comprender los impactos que las especies invasoras producen en nuestro ecosistema”, agrega.
Distinguir entre nativo y no-nativo, esa es la cuestión
Al menos 41 de las cien especies más invasivas del planeta están establecidas en Sudamérica. La mayoría ingresó de Europa o Asia durante el período llamado “imperialismo ecológico”, con la llegada de los europeos. “En su mayoría, sus efectos son negativos, desde la extinción de especies endémicas y la aparición de enfermedades infecciosas hasta enormes cambios en hábitats enteros”, señala Lambertucci.
El jabalí, por ejemplo, fue introducido en América para la caza deportiva. Su presencia tiene un gran impacto en los ecosistemas ya que destruye la flora nativa y las cosechas, contagia enfermedades a otros mamíferos y se alimenta de gran variedad de vertebrados -anfibios, reptiles, mamíferos y aves-.
En la Patagonia el impacto de los salmónidos -truchas y salmones- sobre las especies autóctonas ha sido enorme. Puyenes, percas, bagres, peladillas y pejerreyes se ven afectados porque compiten con ellos por el espacio y el alimento y suelen perder la contienda. Es similar lo que ocurre con el castor -que en Tierra del Fuego genera la muerte de árboles que tardan cientos de años en crecer-, el visón, el ciervo colorado, el pino o la rosa mosqueta, entre otras muchas especies invasoras.
Similar en Sudamérica, España y Portugal
Los países sudamericanos no han considerado la introducción de especies foráneas un problema relevante debido a particularidades históricas y socioculturales, además de económicas. El estudio comparó las publicaciones científicas sudamericanas focalizadas en esta problemática con las de España, Portugal y países angloparlantes.
Por un lado, se vio que la investigación sobre especies introducidas es una disciplina nueva en Sudamérica, donde se comenzó a investigar el tema hace unos 20 años.
Por otro lado, “nos sorprendió descubrir que los países con mayor biodiversidad son los que menos investigaciones producen sobre especies introducidas en relación a su producción científica total en el área”, cuenta Karina Speziale, también autora del estudio e investigadora de la UNCo en el Laboratorio Ecotono.
La situación es similar en España y Portugal, en donde se publica poco en relación a su producción científica total en el área y desde hace poco tiempo, y diferente a Estados Unidos o Australia, donde se estudia este fenómeno desde hace más de treinta años y se publican muchas investigaciones por año.
“Entonces, las diferencias entre países no se deben sólo a una cuestión de nivel de desarrollo, o de presupuesto, o a una mayor o menor diversidad biológica. El bajo interés en esta cuestión parece responder también a un bajo interés en el tema por parte de la sociedad”, concluyen los investigadores, que trabajaron junto a José Luis Tella y Martina Carrete de la Estación Biológica de Doñana.
“Cuanto menos se investiga, menos se conoce y, por lo tanto, es menor el interés público y científico en estudiar estas invasiones biológicas. Un círculo vicioso difícil de romper”.
Tanto en España como en Sudamérica los animales exóticos son apreciados por cuestiones culturales o económicas. Los investigadores relacionan estas valoraciones con la idiosincrasia de los inmigrantes provenientes de Europa.
“En Sudamérica se da una amnesia generacional: el conocimiento respecto de las especies nativas se pierde porque las generaciones jóvenes no conocen las condiciones biológicas originarias del lugar en el que viven”, explica Karina Speziale.
Más investigación, mejor educación y el desarrollo de una política regional común a todo el subcontinente deberían ser los primeros pasos para cambiar la situación. Teniendo en cuenta la dimensión cultural de toda invasión biológica, la estrategia debería comenzar en la educación para la valoración de las especies nativas y el conocimiento de las foráneas. Como en muchas otras cosas, la educación es la clave del cambio.