Ambiente

La Bioeconomía inclusiva será clave para el futuro de la Amazonía

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En el marco del Día de los Pueblos Indígenas que se celebró el 9 de agosto, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) sostiene que es imperativo reflexionar sobre la confluencia entre la preservación medioambiental, el surgimiento de la bioeconomía y los derechos intrínsecos de los pueblos indígenas y las comunidades rurales amazónicas.

La bioeconomía se refiere a la economía que se basa en los recursos biológicos y los procesos biológicos para generar productos, energía y servicios de manera sostenible. Por su parte, la bioeconomía inclusiva es un enfoque de la bioeconomía que busca integrar principios de equidad, justicia social y participación en el desarrollo y la implementación de actividades relacionadas con la utilización sostenible de recursos biológicos y la producción de bienes y servicios basados en ellos. Algunos aspectos clave de la bioeconomía inclusiva son:

  1. Participación comunitaria: Involucrar a las comunidades locales y a los grupos afectados en la planificación, implementación y evaluación de proyectos bioeconómicos, asegurando que sus voces y necesidades sean consideradas.
  2. Acceso y propiedad de recursos: Garantizar que las comunidades locales tengan acceso equitativo a los recursos biológicos y que se respeten los derechos de propiedad intelectual y tradicionales sobre el conocimiento local.
  3. Beneficios compartidos: Asegurar que los beneficios económicos generados por la bioeconomía se distribuyan de manera justa y equitativa, evitando la explotación o el empobrecimiento de ciertos grupos.
  4. Desarrollo sostenible: Promover prácticas bioeconómicas que sean ambientalmente sostenibles y socialmente responsables, evitando la sobreexplotación de recursos naturales y minimizando los impactos negativos.
  5. Educación y capacitación: Facilitar la capacitación y el desarrollo de habilidades en las comunidades locales para que puedan participar activamente en la bioeconomía y beneficiarse de ella.

La Amazonía, este vasto pulmón verde, que cubre 6 millones km2 y abraza a nueve naciones, es considerada una de las áreas biológicamente más diversas del planeta, y se estima que alrededor del 10% de todas las especies de plantas se encuentran en esta región, incluyendo más de dos mil especies de peces, 14,000 especies de plantas y alrededor de 1.5 millones de especies de hongos.Sin embargo, la Amazonía está enfrentando amenazas sin precedentes. Las proyecciones sugieren una alarmante deforestación para el 2030, con impactos económicos y ecológicos que podrían traducirse en pérdidas superiores a los US$230 mil millones, según señala el BID

Se trata de una problemática global y de la cual urge hacernos cargo. Antonio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas señaló que la era de la ebullición global ha llegado. Esta alarmante declaración fue emitida después de que los científicos indicaran que el mes de julio de 2023 estaba en camino de convertirse en el mes más caluroso jamás registrado en el mundo. Y es que, bajo cualquier cálculo científico, la posibilidad de detener el aumento de la temperatura global a 1.5ºC (por encima de los niveles preindustriales) requiere de una selva amazónica saludable.

Si bien el panorama es complejo y poco alentador, desde la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) sostienen que, en medio de este panorama complejo, emerge una luz de esperanza. Los pueblos indígenas y las comunidades rurales de la Amazonía están arraigadas en su profundo saber ancestral y en una relación simbiótica con la selva, poseen la clave para una transformación sostenible y sustentable.

Los pueblos indígenas y las comunidades rurales de la Amazonía residen en regiones de vasta biodiversidad y conservan saberes ancestrales esenciales para la protección y revitalización del bioma amazónico. Además, poseen una imprescindible capacidad productiva que asegura la alimentación y nutrición de una creciente población urbana. Sin embargo, a pesar de sus invaluables aportes, enfrentan desafíos significativos como la pobreza, la violencia, el desempleo y el hambre. Aproximadamente el 45% de los bosques intactos en la cuenca del Amazonas están en manos de comunidades indígenas. Además, entre 2003 y 2016, la vegetación en los territorios indígenas en la cuenca del Amazonas capturó alrededor del 90% del carbono emitido por la deforestación y degradación forestal en esos mismos territorios. Esto significa que estos territorios han hecho una contribución significativa para reducir las emisiones netas de carbono al tiempo que preservan la selva amazónica.

Los expertos explican que la bioeconomía inclusiva se preocupa por asegurar que los beneficios de la bioeconomía se compartan de manera equitativa entre diferentes grupos de la sociedad, evitando desigualdades y marginación. Esto implica considerar tanto a las comunidades locales como a los grupos más vulnerables en la toma de decisiones y en la distribución de los beneficios económicos y sociales derivados de las actividades bioeconómicas.

Para dar vida a una bioeconomía amazónica renovada, es crucial honrar los derechos de los pueblos indígenas, comunidades afrodescendientes, mujeres, jóvenes y agricultores familiares. A pesar de sus diferencias, todos ellos comparten un fin unánime, la preservación de la Amazonía. La FAO sostiene que la consolidación de una bioeconomía amazónica equitativa y colaborativa requiere la implementación de políticas que desvíen inversiones de acciones dañinas para los bosques, el fortalecimiento de la cooperación entre las naciones amazónicas, una comprensión detallada de las interacciones entre zonas rurales y urbanas, y la creación de plataformas sólidas que integren el saber ancestral con los más recientes avances científicos y tecnológicos.

El protagonismo de los pueblos indígenas y las comunidades rurales en esta metamorfosis bioeconómica es irremplazable. Son ellos quienes no sólo custodian la selva, sino que además descifran y aprovechan sus recursos con una perspectiva sostenible, crucial para la seguridad alimentaria global y sistemas agroalimentarios que promuevan una mejor nutrición, un mejor medio ambiente, una mejor producción y una mejor vida, sin dejar a nadie atrás. La protección de la Amazonía y la promulgación de una bioeconomía inclusiva trascienden fronteras. Es un llamado universal.

Fuente: diarioresponsable.com

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