Actualidad

Dengue: claves para controlar su transmisión vectorial

Publicada: 

Ante la expansión de la enfermedad a nuevas regiones de la Argentina y la intensificación de los brotes epidemiológicos, especialistas del CONICET investigan cómo desarrollar intervenciones con mayor impacto.

El 26 de agosto se conmemora el Día Internacional contra el Dengue, una enfermedad vírica que se transmite a las personas por la picadura de mosquitos infectados, principalmente de la especie Aedes aegypti. Existen cuatro serotipos diferentes del virus del dengue, y la recuperación tras la infección con alguno de ellos otorga inmunidad para ese serotipo particular.

En general, la infección con el virus de dengue no produce síntomas graves. En la mayor parte de los casos, la persona se cura en una o dos semanas. Sin embargo, quienes se infectan por segunda vez con un serotipo diferente corren riesgo de que la enfermedad se agrave. El dengue severo puede implicar shock o dificultad respiratoria, daño grave de órganos e, incluso, la muerte. Dada la ausencia de agentes antivirales o vacuna eficiente para esta enfermedad, la principal intervención sanitaria para la prevención y respuesta es el control vectorial de Ae. aegypti, mediante la reducción de los lugares donde se reproducen y desarrollan las larvas y pupas, y el uso de repelente para evitar la picadura de los adultos.

Debido a la biología del mosquito, la vegetación y el clima juegan un rol fundamental en la dispersión geográfica, las dinámicas de transmisión y la emergencia o reemergencia de enfermedades transmitidas por estos vectores. En las últimas dos décadas, en el contexto del cambio climático, el rango de dispersión de varias de ellas se ha expandido desde regiones tropicales y subtropicales hacia zonas templadas. En 2009 se detectó por primera vez la transmisión autóctona del virus de dengue en toda la franja templada del centro de Argentina y, desde entonces, la incidencia de la enfermedad ha ido en aumento en distintas provincias. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, en la temporada 2022/2023 se produjo un incremento de casos del 47% con respecto al brote epidemiológico de 2019/2020 registrado en Argentina.

María Soledad López, investigadora del CONICET en el Centro de Estudios de Variabilidad y Cambio Climático (CEVARCAM, FICH, UNL), junto a un extenso equipo de trabajo, estudia las relaciones entre el clima y la incidencia del dengue en Argentina. En un artículo publicado este año, del que López es primera autora, analizaron la evolución de variables climáticas -temperatura y precipitación-, epidemiológicas -número de casos de dengue reportados e incidencia- y biológicas -rangos de temperatura óptimos para la reproducción del vector-, comparando un período sin casos de dengue (1976-1997) con otro en el cual ocurrieron importantes brotes epidemiológicos (1998-2020).

Los/as especialistas observaron que el período con transmisión del virus del dengue se caracterizó por anomalias positivas en las temperaturas medias, mínimas y máximas, con valores superiores al período previo. “Encontramos que, en el 60% de las ciudades con casos autóctonos de dengue, el número de días con temperaturas óptimas para la transmisión ha ido en aumento desde 1976. Esto podría estar relacionado con la extensión de las temporadas epidemiológicas de los últimos dos brotes ocurridos en Argentina, que se prolongaron hasta la semana epidemiológica 30, cuatro semanas más que la duración de la epidemia de 2016, según información publicada en el Boletín Epidemiológico Nacional 663”, destaca López.

Además, observaron que la expansión del dengue hacia regiones donde antes no había circulación del virus coincide con una tendencia hacia el aumento de las temperaturas en gran parte de Argentina, principalmente de las mínimas. “En el último tiempo se ha ido corriendo la frontera tanto del vector como del virus. Aedes aegypti tiene una plasticidad genética que le permite adaptarse a temperaturas más frías y climas más secos que los que habitaba antes. Otros grupos del CONICET han identificado poblaciones establecidas de esta especie hasta la latitud de Tandil (Buenos Aires). En La Pampa, Neuquén y San Antonio Oeste (Río Negro) también se ha detectado el vector, pero no necesariamente está establecido”, comenta Elizabet Estallo, investigadora del Consejo en el Instituto de Investigaciones Biológicas y Tecnológicas (IIBYT, CONICET-UNC) y coautora del artículo.

Larvas de Aedes aegypti en una muestra de agua. Créditos: Gentileza de Carola Soria.

El monitoreo climático en las diversas regiones de Argentina, en conjunto con la vigilancia vectorial y epidemiológica, son esenciales para implementar sistemas de alerta sanitaria temprana. “Para entender procesos relacionados con el cambio climático -argumenta la especialista- es necesario analizar series de datos de al menos treinta años. Sin información a largo plazo, no es posible concluir si los fenómenos observados evidencian una tendencia progresiva, o si corresponden a una variación estacional o temporal de los últimos años. Es fundamental que las investigaciones se prolonguen en el tiempo, para que podamos hacer una comparación de las observaciones presentes con las pasadas, así como proyecciones a futuro para estar más preparados”.

Según los modelos predictivos desarrollados por el equipo de Estallo, la transmisión del dengue y otros arbovirus continuará acentuándose en nuestra región a medida que las temperaturas mínimas sean cada vez más altas. Este fenómeno se ve agravado por la aparición de resistencia a los insecticidas en algunas poblaciones de mosquitos, la rápida urbanización no planificada, el aumento del movimiento humano y los cambios en el uso de la tierra. “Aedes aegypti es un mosquito urbano, muy asociado a las aglomeraciones de personas y a las viviendas. La hembra necesita tomar sangre para completar el ciclo de producción de huevos, aunque ambos sexos se alimentan del exudado de plantas el resto de su vida. En una población con mayor densidad demográfica, tiene mayor fuente de alimentos”, explica.

La culpa no es sólo del mosquito

Además de las variables climáticas, la interacción entre las personas, como la interacción entre las personas y el ambiente, influyen decididamente sobre la proliferación del mosquito transmisor del dengue. “En 2018 hicimos un mapa de la probabilidad de encontrar Ae. aegypti en la ciudad de Córdoba y observamos mayor presencia en los canales de riego. Contrario a lo que dictaría el sentido común, el motivo no es el agua sino la gran concentración de basura que se genera en esos lugares. La hembra sí o sí necesita posarse en la pared de un recipiente artificial para poner sus huevos. Es imposible eliminar el mosquito, sobre todo, dadas las condiciones socioambientales de los contextos urbanizados. Pero sí podemos tomar acciones preventivas, sobre todo en los meses fríos, descartando objetos que hayan quedado a la intemperie que puedan contener huevos de la temporada anterior”, exhorta Estallo.

Para la investigadora, es necesario un abordaje transdisciplinar del dengue que incorpore no sólo a especialistas en ciencias sociales y naturales, sino también a la comunidad local y a tomadores de decisiones. “En nuestro caso, trabajamos con actores del gobierno municipal de Córdoba desde el inicio de nuestros proyectos, para que ellos mismos sugieran dónde hacer foco. Así, los resultados científicos producidos pueden servir de insumo para la toma de decisiones desde el sector gubernamental. Recientemente obtuvimos un subsidio del Instituto Interamericano para la Investigación del Cambio Global (IAI) para analizar la influencia del clima y el ambiente sobre la intensidad de los brotes de dengue en Córdoba -zona templada- y en Santa Marta, Colombia -zona tropical-, así como las estrategias de prevención en ambas comunidades”.

En la misma línea, Carola Soria, becaria doctoral del CONICET bajo dirección del investigador Walter Almirón en el IIBYT, estudia las estrategias de comunicación y educación relacionadas a prácticas preventivas del dengue y su impacto sobre los índices entomológicos y epidemiológicos en la ciudad de Córdoba. “En articulación con el Programa Provincial de Dengue, visitamos muchas viviendas para relevar criaderos de mosquitos y sus condiciones microambientales. El intercambio con agentes promotores de salud fue muy fructífero. A su vez, encuestamos a los habitantes sobre conocimientos y prácticas de manejo vectorial, en relación con los lineamientos y mensajes oficiales, para incorporar la dimensión comunicacional a la problemática de la transmisión del dengue”.

Paralelamente, Soria y Almirón forman parte del proyecto EduDengue, integrado por biólogos/as y trabajadores/as sociales que llevan adelante acciones de extensión, docencia e investigación sobre dengue en contextos educativos. Como demuestran experiencias exitosas con esta y otras problemáticas de salud humana, la escuela -y los/as niños/as y jóvenes- tiene un importante rol mediador con la comunidad. Sin embargo, esto requiere la capacitación y actualización constante de la comunidad educativa. “Durante el año 2019, realizamos encuestas anónimas y voluntarias a estudiantes de nivel primario y secundario de la Ciudad de Córdoba. De esos resultados se desprende que la fuente primaria de información sobre dengue no es la escuela, sino la televisión. Atribuimos esto al hecho de que el dengue no constituye un contenido curricular obligatorio, sino sólo un eje transversal que puede o no ser abordado en función de las planificaciones y situaciones de cada escuela”, reflexiona Soria.

Elizabet Estallo muestreando larvas de Aedes aegypti en la ciudad de Córdoba. Créditos: Ministerio de Salud de la Provincia de Córdoba

Aunque la pandemia de COVID-19 truncó el contacto presencial con las escuelas, el equipo de EduDengue desarrolló un Aula Virtual y un kit educativo para ser aplicado por los/as estudiantes en sus viviendas durante el período de aislamiento, con acompañamiento docente. Además, publicaron un libro que compila experiencias y reflexiones sobre casos concretos de acción en relación al dengue, además de ofrecer algunas herramientas a las escuelas y espacios comunitarios durante el contexto de virtualidad.

“Desde la reintroducción del dengue a la Argentina, han proliferado las campañas de comunicación a nivel nacional, provincial y municipal, pero los brotes epidemiológicos van en aumento. Las investigaciones coinciden en que, si bien las personas disponen de información sobre dengue y control de criaderos, esto no se traduce en acciones concretas de prevención. La enfermedad del dengue en sí misma no es considerada como un problema grave o prioritario por el público general. En las encuestas que realizamos en 2020, mucha gente respondía que no la habían padecido, o que no habían sido diagnosticados. Muchas veces queda en sospecha y no se confirma clínicamente”, reconoce Almirón.

A partir de un análisis sistemático de bibliografía sobre intervenciones en contextos educativos y su impacto sobre la presencia del mosquito, Soria y Almirón observan que las intervenciones más efectivas son aquellas diagramadas para realidades y comunidades concretas, situadas. “Por más que se piense en diseños de prevención e intervención muy acabados, luego deben ser implementados en la realidad, que es distinta en cada lugar. Conocer las condiciones locales, recorrer el territorio, fomentar la participación de distintos sectores sociales y la transversalidad en la toma de decisiones, son claves a la hora de planificar acciones preventivas con verdadero impacto en los indicadores entomológicos”, concluye Soria.

Autora: María Pía Tavella – Área de Comunicación CONICET Córdoba

Fuente: CONICET

Comentarios de Esta Nota