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Cambiemos Todos

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En el último tiempo varios sucesos se han instalado en las agendas periodísticas y públicas de Argentina, como la visita de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner al Centro Atómico Bariloche, donde recorrió las nuevas instalaciones de esta verdadera cuna de la ciencia. Si extendemos nuestra mirada a los hechos internacionales y hacemos un repaso de doce meses, encontraremos que ya pasó un año desde la última edición de la Conferencia sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de la ONU, y que se llevará a cabo el II Foro Latinoamericano de Desarrollo Sostenible en la ciudad santafesina de Rosario, cuyo lema es “cambiemos todos”.

Ambos encuentros coinciden en un mismo propósito: reforzar los compromisos civiles y políticos respectode la sustentabilidad y el cuidado de la Naturaleza como contracara indisoluble asociada al progreso. Pero, ¿por qué se ha vuelto inevitable discutir este tipo de medidas? ¿Por qué el mundo precisa de un encuentro que alce esta bandera en forma explícita? ¿Acaso no deberían ser metas irrebatibles de cada sociedad? ¿Qué cuestiones condujeron a la necesidad de una reunión internacional anual para establecer como prioridades el respeto ¡a la vida! en todas sus formas? Las respuestas parecen encontrarse en el propio devenir histórico de la Humanidad, que ha dado sobradas muestras de que no siempre el progreso técnico y económico viene acompañado por el cuidado del medio ambiente y sus recursos. Las primeras herramientas que ingeniaron los hombres de las épocas más remotas estaban orientadas a la practicidad de las tareas de recolección de alimentos, por ejemplo, y ese mero propósito ya suponía por sí mismo una alteración del ambiente. Luego llegaron las técnicas vinculadas con los ornamentos, el trasporte, y la comunicación en su sentido amplio, hasta que la Revolución Industrial trajo consigo ese“boom” que lo complejizó todo. Así llegó la máquina a vapor y grandes desarrollos que pudieron aplicarse rápidamente en el ámbito laboral forjando el camino hacia la producción en masa, de la mano del Fordismo y el Taylorismo (con todas las implicancias de ambos conceptos).

Más tarde, la computación mostró un mundo virtual que se avecinaba, y con él, el perfeccionamiento del almacenamiento, envío y recepción de datos, donde Internet fue la gran protagonista. En paralelo, electrodomésticos, automóviles más potentes y un “etcétera” que cada vez se expande más. Esta serie, por demás sintetizada, da cuenta de un optimizado confort cotidiano que inevitablemente supone una creciente demanda de bienes y servicios y un precipitoso aumento en los índices de consumo eléctrico. Pero también es cierto que muchos avances han abierto las puertas hacia el enriquecimiento del saber, si se considera que hoy es posible el acceso prácticamente ilimitado a información sin fronteras a través de la red. Claro que no todos los habitantes del Planeta cuentan con una computadora, y no todos los que sí la tienen pueden disponer de Internet en sus casas. Claro que no todos tienen casa… Este es uno de los trasfondos en los que está inmerso el “progreso” tecnológico, no necesariamente asociado a un verdadero y equitativo progreso social. Esta columna, sin embargo, no pretende promover una visión apocalíptica sobre la tecnología.

Resultan inobjetables los grandes logros que, más allá de las mejoras en la comodidad hogareña, también han sido mérito de los adelantes técnicos y científicos, como las tantas vacunas descubiertas, los tratamientos para enfermedades y muchos otros procedimientos que han logrado un incremento inusitado en la esperanza de vida del Hombre. Pero estas cuestiones no deberían silenciar los desafíos a los que nos enfrentamos, y hasta tal vez sea imprudente no hacerse ciertas preguntas. En ese sentido surge la preocupación por el medio ambiente, asunto en el que se destaca claramente la problemática del calentamiento global y sus devastadoras consecuencias, como así también los casos de contaminación en todas sus variantes. Boletos y papeles que vuelan por los aires, ruidos que entorpecen la “armonía”, recursos energéticos que están mostrando su escasez, aguas turbias, suelos que parecen basureros y una lista que se extiende más allá de estos pocos ejemplos. Esto también forma parte del siglo XXI.

Tal vez, estos hechos sean una justificación acertada de cada reunión de la ONU. Tal vez sí haya que recordarle a cada país, en forma explícita, que la prioridad de todos debería ser la VIDA misma. Este escenario está pidiendo a gritos un compromiso llevado a la práctica por parte de todos los sectores sociales: público, privado, civil, no gubernamental y académico. Sería bueno oírlo.

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