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Una encrucijada que nos apremia

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Sin dudas, existen dichos populares que  desbordan  sabiduría;  como ése que afirma que el  hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.

Por Hugo José Monasterio. Director de Estudios – Grupo Nutriente Sur.

En este otoño del 2012 pude ver nuevamente algunos documentales filmados en 2007. Por julio de aquel año las agencias internacionales de noticias informaban -con la misma frialdad e indiferencia con que lo harían hoy- sobre grandes inundaciones en distintos países (Paquistán, India, Bangla Desh, Gran Bretaña, Costa Rica, Honduras, sur de Méjico). A lo largo de todo el mes hubo precipitaciones tan intensas que esos lugares quedaron anegados, con cerros cuyas laderas fueron cercenadas por aludes incontenibles, viviendas destruidas, epidemias, cientos de desaparecidos, miles de personas obligadas a desplazarse a lugares más seguros, pérdidas de ganado y sembradíos devastados.
Y como si ello hubiese sido poco, las centrales meteorológicas anticipaban fuertes tormentas y huracanes en el sudeste de los Estados Unidos, alertando sobre “la más que probable caída de líneas de alta tensión…”
Pero, lejos de preguntarse las razones de tanta lluvia y desolación, esas agencias competían por rememorar otros eventos aún más catastróficos: el ciclón Catarina (que arrasó el sur de Brasil en marzo de 2004), el tsunami que azotó las costas del sudeste asiático en diciembre del mismo año (con el tristísimo saldo de 152.000 personas muertas), o el huracán que casi destruye Nueva Orleans en agosto de 2005.
Entre tanta vocinglería mediática, hubo quienes sí buscaron el origen de esos desbordes naturales. En efecto, distintos centros académicos e institutos de investigación llegaron poco después a la conclusión de que existen indicios muy firmes apuntando a un mismo factor causal: el calentamiento global.
Finalmente el diario inglés “The Independient” obtuvo autorización para difundir las conclusiones de un trabajo encomendado por la revista “Nature”: el disparador de las lluvias torrenciales que afectaron en los últimos años a distintas regiones del mundo no es otro que el cambio climático. Sin embargo, las culpas van más allá, porque es sabido que detrás del cambio climático está la huella del hombre.
Y no es el único trabajo que sostiene esta postura: también la Real Sociedad Científica de Londres ha publicado datos muy concretos. Sostiene, en efecto, que el número de huracanes desatados cada año en el océano Atlántico ha llegado a duplicarse entre 1950 y 2010. Y esto “…se debe a temperaturas más elevadas en la superficie de las grandes masas oceánicas, junto a los cambios que se están comprobando en el patrón típico de los vientos; todo esto, se origina, sin duda, en las alteraciones que experimenta el clima del planeta…”
Es así como esta institución concluye  que “entre el 60 y 70% de los huracanes generados en los primeros 10 años de este siglo pueden ser atribuidos de manera directa al ‘efecto invernadero’ que ha ido generando el accionar del hombre…”; y anticipó que en el futuro cercano habrá no menos de 8 o 9 huracanes por año, de los cuales al menos la mitad será de notable intensidad…”
Los datos preocupantes no dejan de acumularse; y es por eso que deseo citar los más conflictivos:
1) “Si se derritiesen los hielos que cubren la superficie de Groenlandia, el nivel del océano Atlántico crecería,  como mínimo, 7 metros, afectando a cientos de ciudades que se encuentran sobre el litoral marítimo…” (Real Sociedad de Londres, Anuario 2007);
2) “Si se fundiese la totalidad del hielo existente en la Antártida, el nivel actual de los océanos subiría  unos 60 metros…” (Real Sociedad de Londres, Anuario 2007);
3)  “Si no se comienza a revertir el cambio climá-tico, la cantidad de personas que adicionalmente sufrirán hambre hacia fines del 2020 crecerá en alrededor de 50 millones…”  (Informe Anual de la FAO, 2009);
4) “Las pérdidas que sufrirá la economía mundial a causa de condiciones atmosféricas adversas, tales como tormentas tropicales o huracanes que ocasionen grandes incendios forestales, ascenderían a 200 billones de dólares estadounidenses por año…”  (Organización Mundial del Comercio, Reporte Anual, 2009, París);
5) “2005 ha sido el año en que mayores temperaturas se han registrado desde 1820. Y considerando los últimos 125 años, sólo entre 1990 y 2010 se han verificado 11 de los más calurosos en tiempos recientes…” (Revista “Nature”, edición de febrero de 2011).
Si se analiza en términos macroeconómicos globales, “…comprobaremos que en los 3 últimos siglos, los países más ricos del hemisferio norte (que representan apenas 20% de la población mundial) han consumido poco más del 80%  de los recursos que el mundo podía  proveer en ese período…” (estimación de Achim Steiner, Director Adjunto del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente –PNUMA-).
Queda muy claro, entonces, que si no somos capaces de mejorar sustancialmente esta ecuación distributiva, los caminos del futuro se irán cerrando en forma cada vez más rápida.
¿Qué es lo que deberíamos hacer para atacar al cambio climático y garantizar que el Ártico y la Antártida perduren? Pues, promover grandes ahorros en el uso de energía convencional, progresar en el suministro de energías limpias a cantidades cada vez mayores de seres humanos, gestionar el uso de las tierras cultivables en formas que sean efectivamente sustentables, proteger de verdad a la vegetación natural y las forestas. Opciones y tiempo nos quedan: está en nosotros que sepamos utilizarlos.
Afortunadamente, aunque resta muchísimo por hacer (y ahora todo es más urgente que antes), hay quienes vienen trabajando hace tiempo en la dirección correcta: en 2010 se pudo  generar 126.200 megavatios de electricidad a través de la energía eólica, cuando en 1995 apenas se obtenían 4.820 por esa vía (fuente: PNUMA, Reporte a la Asamblea 2011 de las Naciones Unidas).
En definitiva, si somos capaces de potenciar políticas como ésta, llegará el día en que pierda su doloroso sentido aquella frase  de Stephen Hawking, el célebre físico inglés, quien al referirse a la naturaleza, la describió como “la  smple historia de un tiempo breve”.

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